Y suena como sonó siempre. Con la misma tenacidad que tus labios supieron manejar, el crujido entre los dientes y las manos color miel. Sabe al fruto que derramaste entre mis piernas cuando pasaste de largo sin cerrar las puertas. No pasaron meses por mi piel ni arrugas por mis años, pronuncias mi nombre como si el segundero no supiese de tiempos. Que lindo es escucharme con la misma sonoridad que emiten tus pies cuando corres a mi llamado y declaras el nombre que creaste para mis caderas y mis rulos desordenados.
Saberte igual me devuelve seguridad. No todo está perdido.
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