No te culpo por tu olvido. No tenes nada que ver con este amor que he inventado para sobrevivir poemas. Porque pese a toda la locura que dejaste colgando en una enredadera que podé hace unos segundos antes de tomar la birome que se toma cuando la desesperación alcanza la noche de primavera helada, el papel que arrojé debajo de la mesa sin que escuches cantar los renglones que suplican un poco de dulce afrodisiaco. No tenes la culpa de mi locura. Yo he decidido sentarme en las vías esperando que los trenes comiencen a funcionar sin quejarme del dolor de espalda y los ojos marchitos cuando llega el alba y los soles me derritan el pelo de muchacha enferma. No diré tu nombre cuando pregunten quien derramó tantos versos en mi cartera, no mencionaré las letras que den cuenta que protagonizaste este viaje. No miraré tus ojos cuando quiera saber de amor. Cuando amantes me pregunten si he amado antes, no me acordaré de vos. Lo prometo. Por las dudas lo escribo. Y por las dudas también lo olvido.
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