No tendrás escusas cuando sueltes pasos desabrigados por la ruta que te conduce aquel lugar que supimos ir mas no sabemos regresar… no serás quien corte pastos a mi costado del hormiguero donde me echo a mirar un poco el cielo y sentir tus bostezos descociendo tiempos. No iras de la mano de mi incertidumbre, no será mi duda quien te ajuste los cordones de tus zapatos rotos donde escapan tus dedos a mi encuentro para un perdón que consuele tu culpa de domingo suicida bajo la lluvia y sin paraguas y sin abrigo con el sol desde el tejado calentando los rayos de la noche que desaparece y se abre sombra en tu soledad infiel a ti porque viene conmigo cuando apura el frio y las agujas sueltan filo a la ceda de paja hincando el amor que acecha el asfalto con tacones y pelo largo.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
martes, 27 de septiembre de 2011
seremos dos despistados que se confunden al pasar de largo por esa vía que después nos conduce de nuevo a casa y no sabemos dónde iremos a parar cuando tengamos las paredes cubiertas de helada y las montañas se parezcan tanto a esas que dibujamos cuando vos venís corriendo donde yo estaba con esa remera que te aprieta la espalda y te rasca el cuello.
éramos hermanos de la vida y no de la muerte, teníamos pedazos de techos rotos y escarbadientes, sabíamos decirnos pero, mas no era solo nuestro, solíamos abrazar la vida sin carnavales ni huidas, éramos prófugos de los peldaños de acero, porque nos torturaba vernos desamparados cuando soñábamos eso mismo, ese mismo anhelo.
ese sueño que aterrizará dónde no queremos llegar. Porque no estamos de acuerdo con lo que queremos ser cada vez que nos vemos cruzar la calle de la mano y despacio. Nada nos advierte que no seamos otra cosa, nada nos dice que tengamos puesta la ropa, desnudemos el balcón con caracoles y almidón. Iremos a dormir en camas separadas pero soñaremos lo mismo al llegar el alba y bostezar ronquidos.
éramos hermanos de la vida y no de la muerte, teníamos pedazos de techos rotos y escarbadientes, sabíamos decirnos pero, mas no era solo nuestro, solíamos abrazar la vida sin carnavales ni huidas, éramos prófugos de los peldaños de acero, porque nos torturaba vernos desamparados cuando soñábamos eso mismo, ese mismo anhelo.
ese sueño que aterrizará dónde no queremos llegar. Porque no estamos de acuerdo con lo que queremos ser cada vez que nos vemos cruzar la calle de la mano y despacio. Nada nos advierte que no seamos otra cosa, nada nos dice que tengamos puesta la ropa, desnudemos el balcón con caracoles y almidón. Iremos a dormir en camas separadas pero soñaremos lo mismo al llegar el alba y bostezar ronquidos.
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